"Había una vez un sapito que no estaba conforme con su ser sapito y que quería ser cocodrilo. Entonces fue al pantano a buscar al cocodrilo y le dijo: "Yo quiero ser cocodrilo". El cocodrilo le contestó: "No puedes ser cocodrilo porque de por sí eres un sapito". "Sí -dijo el sapito-, pero yo quiero ser cocodrilo. ¿Qué necesito hacer para ser cocodrilo?" El cocodrilo le dijo "No hay que hacer nada, uno nace cocodrilo y así es de por sí, un cocodrilo es un cocodrilo". El sapito le dijo: "Pero yo no quiero ser sapito, yo quiero ser cocodrilo. ¿Usted sabe en dónde o con quién me puedo inconformar por ser sapito y que me dejen ser cocodrilo?" "No sé, tal vez el búho sepa", respondió el cocodrilo. Y entonces el sapito fue a buscar al búho en el bosque. Ahí se encontró con otro sapito y le preguntó por el búho. "Ese sólo trabaja de noche -le respondió el otro sapito-, pero ten cuidado cuando hables con él porque el búho come sapitos". Entonces el sapito esperó a que llegara la noche y mientras esperaba se hizo una su fortificación para protegerse de los ataques del búho. Puso una piedra encima de otra y así hasta que se hizo una pequeña cuevita y ahí se metió. Cuando llegó la noche también llegó el búho, y el sapito, desde dentro de su cueva le preguntó: "Señor búho, ¿usted sabe con quién o dónde me puedo inconformar por ser sapito y exigir que me dejen ser cocodrilo que es lo que yo quiero ser?". "¿Quién me habla y de dónde?", preguntó a su vez el búho. "Yo soy y aquí estoy", respondió el sapito, y el búho se abalanzó para cogerlo con sus garras, pero como el sapito estaba dentro de la cueva, el búho sólo agarró una piedra y se la comió pensando que era un sapito lo que comía. Entonces el peso de la piedra hizo que el búho se cayera al suelo y que mucho le doliera la barriga. "Ay, ay -decía el búho-, ayúdame a sacarme esta piedra de la panza porque si no no puedo volar". El sapito le dijo que le ayudaría sólo si le respondía su pregunta. "Ayúdame primero y luego te respondo", le dijo el búho. "Naranjas -dijo el sapito-, primero dime, porque si te ayudo a sacar la piedra primero entonces me vas a comer y ya no me vas a responder".
"Bueno -dijo el búho-, te voy a responder: con el que tienes que inconformarte es con el león, él es el rey y sabe por qué cada quién es cada cual. Ahora ayúdame a sacar la piedra". "Never de limón la never -respondió el sapito-, porque si te saco la piedra te vas a seguir comiendo sapitos". "Ahí está -dijo el búho-, de balde te quieres inconformar, todavía te preocupas de los sapitos y tú ni siquiera quieres ser sapito". Pero el sapito no le hizo caso y se fue a buscar al león.
El león vivía en una cueva y el sapito pensó que no fuera a ser que el león comiera sapitos y tuvo una idea. Se mojó en un charquito y se revolcó en la tierra y así quedó disfrazado de piedrita. Cuando el león salió de su cueva, el sapito le dijo "Señor Rey León, vengo a inconformarme porque soy un sapito y yo quiero ser un cocodrilo". "¿Quién me habla?", preguntó el León. Y el sapito le respondió "Yo soy". "Pero tú eres una piedrita, ¿qué es toda esa historia de sapitos y cocodrilos?", le dijo el León. "Pues vengo a inconformarme porque uno no es lo que quiere ser sino lo que de por sí es", dijo el sapito. "Así es de por sí -dijo el León-, uno es lo que es y no puede ser otra cosa. Lo único que se puede ser es ser bien lo que uno es", dijo el León bostezando filosóficamente. En eso empezó a llover y el lodo que cubría al sapito se lavó y se vio claro que era un sapito y no una piedrita. El sapito no sabía si los leones comen sapitos y mejor se fue saltando de regreso a su charca.
Muy triste iba el sapito, brinca brincando, porque uno es lo que es y no puede ser otra cosa y porque lo único que puede ser es ser bien lo que uno es. Tristeando en eso que pensaba, llegó el sapito a su charca y rápido fue a buscar al cocodrilo. Cuando llegó al pantano no encontró al cocodrilo. Lo buscó por todos lados y no lo encontró. Le preguntó a los otros animales y éstos le respondieron "¿No sabías? Al cocodrilo lo encontró un cazador y ahora es un par de zapatos y una bolsa de piel de cocodrilo..." El sapito quedó pensando y, cuando todos pensaban que iba a decir que qué bueno que no era cocodrilo y qué bueno que era sapito, exclamó: "¡Eso es trascender el ser animal y no fregaderas!". Y se puso a estudiar y a practicar para ser un buen cocodrilo. Parece que lo hizo bastante bien y logró engañar a un cazador.
Dicen que el sapito es ahora un monedero carísimo. "Es de piel de un cocodrilo muy especial", dice la señorona que lo compró.
Moraleja: Del tamaño del sapo es la pedrada. Tan-tan."
"Bueno -dijo el búho-, te voy a responder: con el que tienes que inconformarte es con el león, él es el rey y sabe por qué cada quién es cada cual. Ahora ayúdame a sacar la piedra". "Never de limón la never -respondió el sapito-, porque si te saco la piedra te vas a seguir comiendo sapitos". "Ahí está -dijo el búho-, de balde te quieres inconformar, todavía te preocupas de los sapitos y tú ni siquiera quieres ser sapito". Pero el sapito no le hizo caso y se fue a buscar al león.
El león vivía en una cueva y el sapito pensó que no fuera a ser que el león comiera sapitos y tuvo una idea. Se mojó en un charquito y se revolcó en la tierra y así quedó disfrazado de piedrita. Cuando el león salió de su cueva, el sapito le dijo "Señor Rey León, vengo a inconformarme porque soy un sapito y yo quiero ser un cocodrilo". "¿Quién me habla?", preguntó el León. Y el sapito le respondió "Yo soy". "Pero tú eres una piedrita, ¿qué es toda esa historia de sapitos y cocodrilos?", le dijo el León. "Pues vengo a inconformarme porque uno no es lo que quiere ser sino lo que de por sí es", dijo el sapito. "Así es de por sí -dijo el León-, uno es lo que es y no puede ser otra cosa. Lo único que se puede ser es ser bien lo que uno es", dijo el León bostezando filosóficamente. En eso empezó a llover y el lodo que cubría al sapito se lavó y se vio claro que era un sapito y no una piedrita. El sapito no sabía si los leones comen sapitos y mejor se fue saltando de regreso a su charca.
Muy triste iba el sapito, brinca brincando, porque uno es lo que es y no puede ser otra cosa y porque lo único que puede ser es ser bien lo que uno es. Tristeando en eso que pensaba, llegó el sapito a su charca y rápido fue a buscar al cocodrilo. Cuando llegó al pantano no encontró al cocodrilo. Lo buscó por todos lados y no lo encontró. Le preguntó a los otros animales y éstos le respondieron "¿No sabías? Al cocodrilo lo encontró un cazador y ahora es un par de zapatos y una bolsa de piel de cocodrilo..." El sapito quedó pensando y, cuando todos pensaban que iba a decir que qué bueno que no era cocodrilo y qué bueno que era sapito, exclamó: "¡Eso es trascender el ser animal y no fregaderas!". Y se puso a estudiar y a practicar para ser un buen cocodrilo. Parece que lo hizo bastante bien y logró engañar a un cazador.
Dicen que el sapito es ahora un monedero carísimo. "Es de piel de un cocodrilo muy especial", dice la señorona que lo compró.
Moraleja: Del tamaño del sapo es la pedrada. Tan-tan."
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